Siempre he sido defensora de la escuela pública y en la época que nos ha
tocado vivir más.
La formación de los jóvenes es el futuro, y si ésta se merma, también éste
será de peor calidad. La temática debe, o debería ser exactamente igual en
ambos casos, y si no lo es, se tendría que exigir para que así lo fuera.
La única diferencia que veo entre la escuela pública y privada es lo que
podríamos llamar “servicios”. Tratar la educación como un negocio no creo que
sea la mejor manera de enseñar, el profesorado en la enseñanza pública está
bastante preparado y la selección es más transparente mediante oposiciones que
se preparan concienzudamente. Lo que cambian son las actividades extraescolares
y los materiales con los que puedan contar, al no tener un mayor presupuesto en
ese sentido no se pueden igualar. Pero si se pueden buscar soluciones para
paliar esa deficiencia, mediante actividades por parte de los alumnos e
implicación de los profesores, que les ayuda a tener una relación más estrecha.
Los padres son los que tienen la última decisión sobre la enseñanza que
quieren que reciban sus hijos por ello, ambas posibilidades deben convivir
siempre y cuando no se margine a los estudiantes de una para beneficiar a los
otros.
En éste último punto hay que saber diferenciar entre enseñar y educar. Hay
padres que se escudan en el colegio para que los profesores sean los que
enseñen las materias pertinentes que hacen que sus hijos aprendan conocimientos
académicos y se sepan desenvolver en algunos aspectos de la vida con otra bien
distinta que es educar.
La educación debe fundamentarse en el ambiente familiar, los valores, ética
y moral no tienen que recaer en la figura del profesor.
Lo perfecto sería una combinación entre el profesorado y los padres, para
ello habría que forjar una buena comunicación entre ambas partes.